Bienvenido al Apostolado Laico del Regreso de Jesucristo Rey. Servimos a Jesús diciéndole ‘sí’ en nuestras obligaciones diarias. Servimos a Jesús por cooperar con Él en nuestro proceso de santidad personal. Jesús nunca nos abandona, pero a veces nosotros lo abandonamos a Él. Como apóstoles laicos, nos esforzamos permanecer con Jesús en cada momento de cada día para que Él nos puede usar para llevar luz a los demás.
“Esto lo hago porque estoy levantando una ola de cristianos para que arrasen totalmente con las playas de maldad que ha tomado el control de este mundo que fue creado amorosamente por Mi Padre. Este proceso habrá de limpiar su mundo, permitiendo que sea, una vez más, un lugar seguro para los hijos de Dios. Voy a brindarles conocimiento, sabiduría y amor. Voy a introducirlos hacia lo divino para hacer que sus corazones ardan como hornos de amor divino. Se les dará la oportunidad de trabajar conmigo” (Jesús, V2, p. 1).
La Misión de Rescate
Jesús dijo que vivimos en una etapa de desobediencia, de forma que muchas almas viven en rebelión contra la voluntad de Dios. Dijo que estamos saliendo de esta etapa hacia una época de obediencia, en que la mayoría de las almas vivirán unidas a la voluntad de Dios. La etapa en que vivimos ahora es una de transición. Ha comenzado una gran renovación, una misión de rescate de almas. Jesús dice que la segunda venida es un proceso que culminará en un evento grande y majestuoso. Ahora estamos al inicio de este proceso. No sabemos cuanto tiempo durará esta etapa. Y tampoco lo necesitamos saber. Jesús es el Rey del Regreso. En esta primera fase del proceso, Él se regresa a través de cada uno de nosotros. Dios llama a las almas para que se regresen a Él y para que lo sirven como sus fieles apóstoles. Luego Él inunde cada alma con su luz tal que se fluye hacia el mundo. De esta forma Jesús está restaurando la luz a un mundo inundado de oscuridad.
Es cierto que ha comenzado una gran renovación. Alégrense, hijos de Dios. No se dejen convencer de que vivimos en completa oscuridad. Sin duda hay oscuridad, pero no tengan miedo de esto porque se está disipando rápidamente. Y mientras hay oscuridad en el mundo, también hay luz y tranquilidad en el alma de cada apóstol. Descansen en esa luz y tranquilidad cuando otros tratan de atraerlos al pesimismo, cinismo, o temor.
El paso hacia obediencia requerirá transformación en nuestras almas y en nuestra forma de vivir. Anticipen estos cambios. Alégrense de estos cambios. Jesús no desea que sus apóstoles tengan miedo. El temor no viene de Él. Aunque a veces es natural, el temor puede ser una consecuencia de colaboración con el enemigo. Nuestras almas están predestinadas para el Cielo y es por esta razón que Jesús nos ha dado un vistazo glorioso de nuestro hogar allí. Sirven con alegría y confianza porque no hay nada para temer excepto una decisión contra Dios.
En esta etapa de transición, se está formando una armada poderosa de almas que están respondiendo a la llamada de nuestro Rey del Regreso. Nos comprometemos a vivir unidos a la voluntad de Dios, realizando nuestro camino hacia la santidad personal. Algunos de nosotros hemos servido como apóstoles por muchos años, y hemos servido hábilmente en el mundo. No ha cambiado nada. Seguimos trabajando.
Algunos de nosotros somos miembros nuevos de la armada Celestial. Nuestro compromiso les alegra mucho a Jesús, María, y a los santos. Cada vez que regresa un alma, un grito triunfante estalla en el Cielo y nuestros hermanos allí glorifiquen a Dios. Cada día seguimos creciendo en número y fuerza. Para organizarnos y guiarnos, Jesús ha pedido por el establecimiento de un grupo que Él llama Los Apóstoles Laicos del Regreso de Jesucristo Rey. Servimos en cualquier lugar donde Cristo nos ha puesto, algunos en obscuridad, y otros en el mundo. Aceptamos nuestras cruces y las cargamos con confianza que Jesús extrae gracias extraordinarias de nuestra cooperación y las usa para la conversión de los pecadores y por el bien del Reino.
Sin duda, la renovación está alimentada por el sacrificio y servicio diario de cada apóstol laico.
Considera una montaña. En esa montaña hay un camino que Jesús ha marcado atentamente para nosotros. Jesús está en lo alto de la montaña. El mundo está al pie de la montaña. Si seguimos el camino hasta arriba, llegaremos a Jesús. Escalamos la montaña con nuestro “sí” diario a Jesús. Algunos dicen que no saben la voluntad de Dios, pero Dios nunca la va a esconder. Debemos pasar tiempo en silencio, pedirle a Jesús, y Él nos mostrará nuestro camino en esta montaña de santidad.
Para la mayoría de nosotros, solamente tenemos que mirar nuestras vocaciones. Nuestro camino usualmente está marcado con rutinas diarias de estas vocaciones y siempre es mejor empezar allí. En este tiempo de transición, Jesús necesita que las almas encuentren su camino y empiecen a escalar. Lo más alto que escalamos, la más gracia y luz Jesús puede irradiar a través de nosotros en nuestro mundo y las más almas que se pueden salvar. Alabamos a Dios por dejarnos participar en esta renovación.
Algunos hablan sobre la oscuridad, los pecados y la desobediencia de muchos de nuestros hermanos y hermanas. Esta oscuridad existe y no la podemos ignorar. Hacerlo sería el equivalente de conformarnos al rechazo. Sin embargo, cuando las almas platican más sobre estas cosas que sobre la gloria de Jesucristo, sabemos que están orientados hacia una dirección equivocada en la montaña. ¡Mantengan las cabezas bien altas, queridos amigos! ¡Miren hacia Cristo! ¡Miren hacia el Cielo! Si hacen esto, se llenarán con la alegría y la confianza del Cielo. Si se orientan hacia el mundo van a tener miedo. Además, cuando un alma se orienta hacia la oscuridad toma el riesgo de ser cautivada y capturada por ella. Esto es muy grave. Algunas almas están tan ocupadas examinando la oscuridad que ignoran la luz. Aconsejen las almas a orientarse siempre hacia Cristo y hablarán sobre la alegría, la confianza, y el Cielo.
Cabe señalar que Jesús es mucho más grande que el edificio Empire State en referencia a su poder, su amor, y su gloria. El enemigo, en comparación, es el tamaño de una hormiguita. El diablo es como una hormiga roja porque pica agresivamente, pero últimamente no puede destruir el edificio Empire State. Algunas almas, hasta unas muy benditas, se están aglomerando alrededor de la hormiguita roja, sorprendidas de su poder minúsculo. Se han olvidado de que lo hacen en la sombra enorme del edificio EMPIRE STATE. Todos debemos dejar de admirar el poder insignificante del enemigo de Dios y empezar a escalar con una determinación nueva, mirando hacia Jesucristo y admirando en voz alta su poder y su majestad.
Reflexionar sobre el proceso de escalar nuestra montaña de santidad personal debería llenarnos con alegría porque al llegar al pie de la montaña para empezar la escalada estamos escogiendo la compañía de Jesús y todo a su alrededor. No hay ningún lugar mejor para nosotros. Recuérdense que ningún apóstol escala solo. Estamos animados de un mismo Espíritu que nos une, y cada oración ayuda a los demás en la montaña. Miren hacia Cristo, queridos amigos. Con Él no podemos fallar.